Lamento pasarme por aquí con malas noticias.
Trato, de verdad trato de ser positiva y mantenerme bien, pero a veces "me toca" estar mal. A veces no puedo evitarlo. A veces la vida te lleva por senderos que te hacen recordar lo que pasaste y hasta extrañar la oscuridad. Me ha pasado. Me pasa. Y por eso estoy aquí.
No paso por aquí desde Junio, por lo que veo. Cuando trataba de concentrarme en hacer mi tesis y en ser una persona de éxito, al menos inmediato. Cuando trataba de no zozobrar a la adultez. Cuando trataba de enfocarme en el día a día para no ver la tormenta que se cernía en mi interior.
No he estado bien. Creo que no es necesario ponerlo en palabras para que sea evidente. Pero mi "estar mal" esta vez se me salió de las manos. Suelo querer ser responsable con lo que pongo en este pequeño espacio personal que ya creo que nadie lee, pero necesito desahogarme porque siento mucho "calor" interno. Mi teoría de la fiebre emocional parece ser cierta, yo la hago. Tengo todos los criterios de predisposición y los síntomas y no es la primera vez que me pasa, así que tengo que botar. Necesito botar. De otra manera, me volveré loca de verdad, o peor aún, volveré a hacerme daño.
Viví por inercia los últimos meses del año pasado, hasta que mi bomba explotó. Mejor dicho, implosionó, porque yo no suelo volarle los sesos a la gente de afuera con palabras, no. Yo estallo, y me hago daño en el proceso. Por meses sentía la necesidad de hacerme daño de mil formas, pero me contuve. Pero exploté, y tres meses después aún hay consecuencias, y aún hay dolor, y aún queda para rato.
¡Quisiera tanto ser ese tipo de persona normal, feliz, que vive su vida sin hacerse tantas preguntas y se lanza a la piscina de frente!
Han sido semanas muy duras para mí. A mediados de noviembre hice cosas que no debería haber hecho y de las cuales me arrepiento. ¿Cómo decir en bonito que traté de suicidarme 2 veces en menos de 48 horas? ¿Cómo contarle a alguien que terminé caserita de emergencias del hospital y de las clínicas de rehabilitación? ¿Cómo perdonarme después de todo el daño que he hecho a mi alrededor con las esquirlas de mi corazón y mente hechos añicos?
Creo que esa es la parte que más me está costando ahorita. El autoperdón. Yo, que siempre trato de echar una luz en el camino y que hablo de la importancia de tenerse paciencia, no aguanto estar despierta. No quise hacerle daño a nadie, pero no sólo me lo hice a mí (física, emocional y socialmente hablando), sino también a mi familia y gente cercana. Y lo que más rabia me da es que ya nada puede volver a ser como antes, que hay un "antes" y un "después" desde ese 12 de noviembre, que vuelvo a recorrer la senda del que busca redención, paz interior, una vida plena con los demás.
Volver a estar internada luego de mis 15 meses en Cieneguilla ha sido una experiencia inesperada y surreal. Sólo estuve un mes, pero sigo cautiva del dolor y también, por qué no decirlo, del ojo vigilante de mi familia, que de nuevo, es lo único que tengo.
El día que salí de alta, 21 de diciembre, murió uno de los seres que más he amado y que ha sido mencionado infinidad de veces en mis escritos: Poupée, mi perrita. Quiero pensar que hubo una enfermedad tangible e inesperada de trasfondo, pero no puedo negar que hay indicios que me muestran que se sacrificó por mí. Para que yo no muera, ella lo hizo, absorbiendo lo malo. Así de nobles son los perros. Pero no es la única pérdida con la que vengo tratando de lidiar. Vamos, que la de ella me dolió demasiado, pero pasa, porque es definitiva. Con la muerte no hay nada que hacer.
¿Pero qué haces cuando hay vida? ¿Qué haces cuando aún los caminos se pueden cruzar, pero no deben (o no te dejan)? Es terrible matar la esperanza cuando es, quizás, lo que te puede salvar.
Estoy separada de mi enamorado sin que ninguno de los dos lo hayamos querido. Lo extraño demasiado. Es diferente a cualquier situación vivida antes, porque en este caso, el amor no se acabó por ninguna de las dos partes. Pero no se puede estar juntos, porque teóricamente es dañino, porque supuestamente él tiene problemas mentales hasta peores que los míos, porque no asume la responsabilidad de cosas que para mí no son importantes pero para mi entorno, TODO, es crucial. Yo le perdono por reaccionar como reaccionó cuando exploté, pero nadie más. Mi opinión es la que debería de importar, pero no es así. De hecho, vivo restringida, por más que me la quieran poner bonita, la situación es muy similar a cuando era una niña y no podía salir sola, no tenía amigos, no hablaba con nadie, sólo yo y la casa y mi cuarto y el entretenimiento que menos dinero gasta, las deudas por mi estado de salud y mis gastos aún existentes son grandes y la culpa me acecha.
Culpa. Vergüenza. Nostalgia. Ira. Estoy llena de esas cuatro. No cabe espacio para el amor, ni para la esperanza, mueren intoxicados. Todos los días son una agonía de monotonía y llantos reprimidos, porque cualquier movimiento mío genera tensión.
Por eso debo escribir. Porque ya no es suficiente llorar, hablar, gritar, quejarme. Ya no es suficiente nada de lo anterior. De nuevo el Cristal se rompió y tengo que reconstruirlo desde cero. No tengo la paciencia que tuve antes, porque no tengo ganas de tenerla, porque quiero que todo termine ya, porque no quiero volver a dejar mi vida atrás, ni a las personas atrás, porque yo ya era adulta y ya sabía manejarme bastante bien y tuve que dejar que la oscuridad creciera. Porque le resté importancia a lo bueno, me empalagó, mi espíritu quizo hacer berrinche y sigo reaccionando como niña de 3 años.
Quisiera volver el tiempo atrás. Haber hablado. Haber dicho "estoy teniendo pensamientos suicidas" hace casi un año. Haber reaccionado diferente, haber decidido diferente, haber pensado a largo plazo en vez de recorrer esos viejos caminos mentales que me llevaron a casi morir. Ahora no sólo debo lidiar con la pena de haberme perdido a mí misma, sino también a la de haber perdido a mis seres queridos (otra vez), y entre ellos, a una muerte y a una separación injusta y dolorosa.
Llevo puesto el anillo que me regaló por los dos años. Cumplimos 3 a la distancia, sólo podíamos escribirnos cartas. Nos vimos 3 veces en 2 meses, 1 hora cada vez. Le terminé por escrito porque no aguanté vivir esperando, pero no sé si es mejor esto o tener una chispa de esperanza manchada del rencor de mi familia, que es lo que había cada vez que recibía una carta suya. Ni siquiera llegaba primero a mis manos, la tenían que revisar. No sólo vigilan que no me mate, sino que no lo contacte. Que no le escriba, ni lo llame, ni mucho menos me escape de mi casa para verlo.
Estoy atrapada en la fase del dolor. No sé cómo salir. No sabe cómo salir. Estoy intolerante, reacciono mal a cualquier cosa. Me afecto con más facilidad que antes y genero caos. Con más ganas viene la culpa, la ira, la vergüenza y la nostalgia por la época en la que estuve mal pero al menos tenía mi vida bajo mi control. Y más caos genero. Estoy en medio de ese círculo vicioso en el cual estuve hace 9 años en el que yo soy la villana y sólo mi autodestrucción y el volver a empezar, como el fénix, es lo que me puede redimir. Sólo que ya no sé cómo hacerlo, porque todo es diferente, estoy desorientada y me siento muy sola. Hasta duermo mal.
Hay chispazos de alegría. Trato de reconocerlos, de disfrutarlos, de hacerlos durar, porque lo que predomina es la muerte interna. El vacío. Leí un par de textos depresivos del 2009 y qué bueno que no son públicos. Me temo que no soy el mejor ejemplo de valentía, ni superación, ni positivismo, ni éxito, ni nada. Un mero ser humano más, banal y promedio, sin amigos ni pareja, con la familia asustada, con el autoestima por los suelos.
Que otra vez fracasó.
Trato, de verdad trato de ser positiva y mantenerme bien, pero a veces "me toca" estar mal. A veces no puedo evitarlo. A veces la vida te lleva por senderos que te hacen recordar lo que pasaste y hasta extrañar la oscuridad. Me ha pasado. Me pasa. Y por eso estoy aquí.
No paso por aquí desde Junio, por lo que veo. Cuando trataba de concentrarme en hacer mi tesis y en ser una persona de éxito, al menos inmediato. Cuando trataba de no zozobrar a la adultez. Cuando trataba de enfocarme en el día a día para no ver la tormenta que se cernía en mi interior.
No he estado bien. Creo que no es necesario ponerlo en palabras para que sea evidente. Pero mi "estar mal" esta vez se me salió de las manos. Suelo querer ser responsable con lo que pongo en este pequeño espacio personal que ya creo que nadie lee, pero necesito desahogarme porque siento mucho "calor" interno. Mi teoría de la fiebre emocional parece ser cierta, yo la hago. Tengo todos los criterios de predisposición y los síntomas y no es la primera vez que me pasa, así que tengo que botar. Necesito botar. De otra manera, me volveré loca de verdad, o peor aún, volveré a hacerme daño.
Viví por inercia los últimos meses del año pasado, hasta que mi bomba explotó. Mejor dicho, implosionó, porque yo no suelo volarle los sesos a la gente de afuera con palabras, no. Yo estallo, y me hago daño en el proceso. Por meses sentía la necesidad de hacerme daño de mil formas, pero me contuve. Pero exploté, y tres meses después aún hay consecuencias, y aún hay dolor, y aún queda para rato.
¡Quisiera tanto ser ese tipo de persona normal, feliz, que vive su vida sin hacerse tantas preguntas y se lanza a la piscina de frente!
Han sido semanas muy duras para mí. A mediados de noviembre hice cosas que no debería haber hecho y de las cuales me arrepiento. ¿Cómo decir en bonito que traté de suicidarme 2 veces en menos de 48 horas? ¿Cómo contarle a alguien que terminé caserita de emergencias del hospital y de las clínicas de rehabilitación? ¿Cómo perdonarme después de todo el daño que he hecho a mi alrededor con las esquirlas de mi corazón y mente hechos añicos?
Creo que esa es la parte que más me está costando ahorita. El autoperdón. Yo, que siempre trato de echar una luz en el camino y que hablo de la importancia de tenerse paciencia, no aguanto estar despierta. No quise hacerle daño a nadie, pero no sólo me lo hice a mí (física, emocional y socialmente hablando), sino también a mi familia y gente cercana. Y lo que más rabia me da es que ya nada puede volver a ser como antes, que hay un "antes" y un "después" desde ese 12 de noviembre, que vuelvo a recorrer la senda del que busca redención, paz interior, una vida plena con los demás.
Volver a estar internada luego de mis 15 meses en Cieneguilla ha sido una experiencia inesperada y surreal. Sólo estuve un mes, pero sigo cautiva del dolor y también, por qué no decirlo, del ojo vigilante de mi familia, que de nuevo, es lo único que tengo.
El día que salí de alta, 21 de diciembre, murió uno de los seres que más he amado y que ha sido mencionado infinidad de veces en mis escritos: Poupée, mi perrita. Quiero pensar que hubo una enfermedad tangible e inesperada de trasfondo, pero no puedo negar que hay indicios que me muestran que se sacrificó por mí. Para que yo no muera, ella lo hizo, absorbiendo lo malo. Así de nobles son los perros. Pero no es la única pérdida con la que vengo tratando de lidiar. Vamos, que la de ella me dolió demasiado, pero pasa, porque es definitiva. Con la muerte no hay nada que hacer.
¿Pero qué haces cuando hay vida? ¿Qué haces cuando aún los caminos se pueden cruzar, pero no deben (o no te dejan)? Es terrible matar la esperanza cuando es, quizás, lo que te puede salvar.
Estoy separada de mi enamorado sin que ninguno de los dos lo hayamos querido. Lo extraño demasiado. Es diferente a cualquier situación vivida antes, porque en este caso, el amor no se acabó por ninguna de las dos partes. Pero no se puede estar juntos, porque teóricamente es dañino, porque supuestamente él tiene problemas mentales hasta peores que los míos, porque no asume la responsabilidad de cosas que para mí no son importantes pero para mi entorno, TODO, es crucial. Yo le perdono por reaccionar como reaccionó cuando exploté, pero nadie más. Mi opinión es la que debería de importar, pero no es así. De hecho, vivo restringida, por más que me la quieran poner bonita, la situación es muy similar a cuando era una niña y no podía salir sola, no tenía amigos, no hablaba con nadie, sólo yo y la casa y mi cuarto y el entretenimiento que menos dinero gasta, las deudas por mi estado de salud y mis gastos aún existentes son grandes y la culpa me acecha.
Culpa. Vergüenza. Nostalgia. Ira. Estoy llena de esas cuatro. No cabe espacio para el amor, ni para la esperanza, mueren intoxicados. Todos los días son una agonía de monotonía y llantos reprimidos, porque cualquier movimiento mío genera tensión.
Por eso debo escribir. Porque ya no es suficiente llorar, hablar, gritar, quejarme. Ya no es suficiente nada de lo anterior. De nuevo el Cristal se rompió y tengo que reconstruirlo desde cero. No tengo la paciencia que tuve antes, porque no tengo ganas de tenerla, porque quiero que todo termine ya, porque no quiero volver a dejar mi vida atrás, ni a las personas atrás, porque yo ya era adulta y ya sabía manejarme bastante bien y tuve que dejar que la oscuridad creciera. Porque le resté importancia a lo bueno, me empalagó, mi espíritu quizo hacer berrinche y sigo reaccionando como niña de 3 años.
Quisiera volver el tiempo atrás. Haber hablado. Haber dicho "estoy teniendo pensamientos suicidas" hace casi un año. Haber reaccionado diferente, haber decidido diferente, haber pensado a largo plazo en vez de recorrer esos viejos caminos mentales que me llevaron a casi morir. Ahora no sólo debo lidiar con la pena de haberme perdido a mí misma, sino también a la de haber perdido a mis seres queridos (otra vez), y entre ellos, a una muerte y a una separación injusta y dolorosa.
Llevo puesto el anillo que me regaló por los dos años. Cumplimos 3 a la distancia, sólo podíamos escribirnos cartas. Nos vimos 3 veces en 2 meses, 1 hora cada vez. Le terminé por escrito porque no aguanté vivir esperando, pero no sé si es mejor esto o tener una chispa de esperanza manchada del rencor de mi familia, que es lo que había cada vez que recibía una carta suya. Ni siquiera llegaba primero a mis manos, la tenían que revisar. No sólo vigilan que no me mate, sino que no lo contacte. Que no le escriba, ni lo llame, ni mucho menos me escape de mi casa para verlo.
Estoy atrapada en la fase del dolor. No sé cómo salir. No sabe cómo salir. Estoy intolerante, reacciono mal a cualquier cosa. Me afecto con más facilidad que antes y genero caos. Con más ganas viene la culpa, la ira, la vergüenza y la nostalgia por la época en la que estuve mal pero al menos tenía mi vida bajo mi control. Y más caos genero. Estoy en medio de ese círculo vicioso en el cual estuve hace 9 años en el que yo soy la villana y sólo mi autodestrucción y el volver a empezar, como el fénix, es lo que me puede redimir. Sólo que ya no sé cómo hacerlo, porque todo es diferente, estoy desorientada y me siento muy sola. Hasta duermo mal.
Hay chispazos de alegría. Trato de reconocerlos, de disfrutarlos, de hacerlos durar, porque lo que predomina es la muerte interna. El vacío. Leí un par de textos depresivos del 2009 y qué bueno que no son públicos. Me temo que no soy el mejor ejemplo de valentía, ni superación, ni positivismo, ni éxito, ni nada. Un mero ser humano más, banal y promedio, sin amigos ni pareja, con la familia asustada, con el autoestima por los suelos.
Que otra vez fracasó.
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