Este es un blog de vivencias y reflexiones de una chica que busca la manera de plasmar su interior en algo tangible como las letras.

Aquí encontrarás hartas anécdotas y también procesos mentales, de esos enredados pero que buscan explicar lo que sucede en la vida y así encontrar un sentido. Encontrarás ejemplos de cosas que no hay que hacer; confesiones amorosas, de esas que toda chica necesita contarle a su mejor amiga; quejas y lamentos, letanías de alguna época mentalmente negativa; pero también hallarás decisión, actitud, fuerza y valentía (O al menos un sincero intento de ello).

Espero motivarte a seguirme. No sólo en lectura, sino en este trabajo interno, esta búsqueda de bienestar.

Seamos luz en medio de tanta oscuridad.


viernes, 27 de abril de 2018

El infierno está lleno de buenas intenciones

Me encantaría saber la opinión de quienes leen esto. Yo no sé determinar si esto se trata de acoso o no.

Esta es la situación.

Tuve una relación muy bonita, armoniosa y llena de amor con El Mago desde enero de 2015 hasta enero de 2018. Tuvimos altos y bajos como cualquier pareja, tuve mis dudas existenciales como cualquier persona y él tuvo sus momentos de terquedad e insistencia como muchos hombres con los que me he relacionado (¿patrón en mis relaciones?). A mediados ne noviembre del 2017 nos distanciamos debido a que fui internada en una clínica psiquiátrica porque intenté suicidarme. Continuamos la relación a distancia, pero debido a situaciones fuera de mi alcance y de mi conocimiento, decidí que lo mejor iba a ser terminar.

El Mago es un personaje. Creo que, tratándose de alguien relacionado íntimamente conmigo, no habría que extrañarse de que lo sea. Es de esas personas de buenas intenciones que puede llegar a hacer daño sin darse cuenta. Porque está hecho de eso, buenas intenciones, y por más buenas que sean, no siempre llevan  a acciones 100% positivas para otros.

Dice Vallejo: nuestros padres
"se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño."
(Trilce: Poema LVI- Todos los días amanezco a ciegas)

Hace un rato debatía con un nuevo amigo, lo llamaré El Filósofo ardiente, sobre la naturaleza de la bondad. Al final, y esto es algo de lo que solía debatir con El Mago, la bondad no siempre es buena. Él cree que siempre lo es. Yo estoy dudándolo.

Debería empezar por el principio, creo.

Tomé pastillas por varias razones personales, entre ellas, que no me veía futuro, estaba descompensada químicamente porque me desordené en mis antidepresivos, y me había peleado con mi mamá. El Mago no tenía que ver en esa decisión, había sido mi soporte durante todo ese tiempo. Yo estuve dopada desde el 12 hasta el 15/16 de noviembre y sólo recuerdo algunos momentos cuando me hablan de ellos.

En palabras de mi familia, El Mago celebró que yo tomara esa decisión y dijo que "si me moría, me iba a extrañar un poco, pero que luego se le pasaría".
En palabras de mi familia, El Mago convenció al médico de turno en la primera visita a emergencias para que me dieran de alta porque "lo que mejor me iba a hacer era estar con él", cuando en realidad debía quedarme bajo supervisión psiquiátrica (esta decisión determinó que yo tome pastillas de nuevo al día siguiente y empeorara las cosas).
En palabras de mi familia, El Mago se molestó cuando, en la segunda visita a emergencias, no fue su opinión la que se tomó en cuenta sino la de mi mamá, ya que no estamos vinculados legalmente y yo sigo viviendo con ella. Mi mamá quería que me internen por mi bien, él quería cuidarme desde casa.
En palabras de mi familia, se molestó tanto que empezó a "alucinar" que mi mamá nos quiere separar.
En palabras de mis amigos, El Mago les escribió y buscó para recabar pruebas de que mi mamá quiere controlar mi vida y separarme de él.
En palabras de mi familia, él fue a recoger una notita que le había escrito y trató muy mal a mi mamá en la puerta de mi casa.
En palabras de mi psiquiatra, le mandó un mail de 17 páginas con extractos de conversaciones manipuladas en las que demostraba que mi mamá quería separarnos, y tuvo una reunión con él en la que el 70% del tiempo hablaron de él y el 30% de mí. No pidió disculpas por ninguna actitud y más bien ratificó su postura.
En palabras de mi familia, pasó por alto muchas indicaciones terapéuticas relacionadas a cómo comportarse conmigo, por lo que tuvieron que intervenirse las cartas que nos mandábamos. No respetaba los límites que mi psiquiatra y yo misma le ponía, e insistía en su postura.
En palabras de mi familia, se aparecía en mi casa pensando que yo estaba ahí y que mi mamá le mentía al decir que no era su decisión, sino la de mi doctor, el que no nos podamos ver.
En palabras de él, él nunca hizo nada de lo anterior.

Me fue a visitar dos veces al internado y lo ví una vez estando fuera, siempre acompañada de alguien, en caso "se pusiera violento o hiciera algo en contra de mi voluntad". Salí de alta y me dieron permiso para comunicarme con él vía escrita a mano. Hasta que, mediante carta, le dije que debido a lo tirante de la situación y aún en contra de mi voluntad, lo mejor era terminar. Dejamos de hablar un mes y yo le escribí en secreto, desesperada porque lo extrañaba. Metí la pata en relación al tratamiento y a nuestra relación porque habíamos quedado en distanciarnos. Me fue a buscar y nos vimos un rato en un lugar público y a vista y paciencia de mi cuidadora, que no sabía que debía mantenerlo alejado de mí.
Cortamos de nuevo, a instancia de mi familia, porque él "me estaba manipulando y buscando cuando se le pidió que no lo haga". Estuvimos sin hablar dos meses.

El día 17 de abril hubo un concierto de una banda a la que él sigue y al cual habíamos prometido ir juntos, sea como sea. Yo terminé yendo con mi hermano y no le ví ni la sombra. Al día siguiente me di cuenta de que me había estado escribiendo para ir juntos al concierto y que me estuvo esperando. Consulté con mi familia y mis terapeutas y le escribí una carta a mano explicándole que le había hecho una promesa irreal, que no había estado pendiente de mi mail, que lamentaba la situación, que estaba más tranquila, que prefería no darle esperanzas de retomar la relación y que esperaba que en el futuro pudiéramos ser amigos. Al día siguiente se apareció en la puerta de mi casa con su perro y una mujer que no se llegó a identificar, yo estaba en el supermercado y al enterarse de que estaba ahí, se fue en dirección a éste. De nuevo, no nos llevamos a ver.

Ese día le mandé el siguiente mail:

"Te escribo para pedirte no me envíes mensajes ni vayas a mi casa a buscarme. Estoy en un proceso terapéutico y no deseo comunicarme contigo. Respeta mi decisión, caso contrario me reservo el derecho de iniciar acciones en favor de mi privacidad".

Me respondió a las pocas horas, diciendo que si yo lo denunciaba, él iba a denunciar a mi mamá.

Mi familia y amigos (bueno, sólo la única persona que sabe de este tema) creen que lo mejor es ponerle una orden de alejamiento. Restricción policial, pedir garantías. Antecedente de acoso. Yo leo de su mail que lo que él haría sería defenderse, pero que no quiere iniciar acciones legales porque me perjudicaría a mí. Vamos, que está claramente escrito.

Mi forma de ver la situación:
- Él celebró que me haya manifestado en contra de lo que me dolía, aunque la forma fue extrema y completamente desatinada (tomando pastillas).
- Él no entiende que no es no a menos que se lo diga yo.
- Él considera que sus buenas intenciones para conmigo justifican sus apariciones, cartas, mails, mensajes de texto y tono al hablar.
- Él está en negación, pues me ha escrito que me va a esperar siempre y pero a la vez se contradice diciendo que soy libre de enamorarme de quien quiera y que me ama "en libertad", sin apegos.
- Él no actúa en relación al contexto en el que se desenvuelven las cosas. Él actúa en relación a sus emociones, y eso lo hace estar fuera de la realidad.
- Él no tiene intención de dañarme sino de impulsarme a estar bien, pues cree que su presencia me hace bien y mi familia me daña (uno de los detonadores de mi crisis de noviembre).
- Él NO ES MALO, PERO ESTÁ ACTUANDO MAL.

Yo he estado tranquila y hasta pensando en futuro y flirteos con otras personas (aunque no he concretado nada porque una parte de mí aún le guarda luto a mi relación con El Mago).
Yo he logrado mantenerme ocupada y dejar de extrañar a El Mago, dándome cuenta de que podría seguir adelante sin él como pareja, esto último con mucha culpa de por medio. Pero ahora que ha vuelto a aparecer pienso en lo bonita que fue nuestra relación, tengo miedo de no encontrarme con un amor tan desinteresado, y, sobre todo, en dañar lo que queda entre nosotros, pues quiero poder ser su amiga en un futuro. Un cariño tan grande no debería mancharse por las acciones de ninguno de los dos, y estoy tratando con todo mi ser de no perjudicarlo. Tengo miedo de que si pido garantías, nuestra relación se mancille más y más y sea imposible perdonar y querernos como amigos más adelante. Él siempre habla en términos de luz, perdón, amor y comprensión, pero sus palabras no terminan de ser coherentes con sus actos, y él NO LO ENTIENDE.

Y este es el gran dilema al que me enfrento, en medio de una recuperación emocional y mental que no tenía nada que ver con el tema de pareja. Porque si atenté contra mi vida fue por mi propia percepción de mí misma, no porque tuviera problemas con quien ahora me quita la tranquilidad. Porque ha llegado el punto en el que, lo acepto, tengo miedo de salir de mi casa y que me aborde con el tema. Yo quiero estar tranquila, es decir, no tener conversaciones densas, fuera de lugar y encima prohibidas por mis terapeutas.

¿Me convierte en alguien egoísta y malo el ponerle un límite? ¿excluiría la posibilidad de mantener, cuando las aguas se calmen, una relación amical con él? ¿Va a dar su brazo a torcer y leer la situación desde mi punto de vista y no desde el suyo algún día?

Señoras y señores, la realidad supera a la ficción. Cualquier consejo es bienvenido.

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